Servilletas de papel

"Estoy rota. Eso es algo que no se puede remediar. A lo mejor se podrían recoger mis pedazos y pegarlos con cinta adhesiva pero, ¿quién se iba a preocupar en hacerlo? Supongo que sería agradable sentir menos dolor si alguien intentara arreglarte cada vez que te desarmaras. Los trozos nunca llegarían a unirse, por supuesto, pero no me desmontaría con cada paso que doy. Tampoco voy a salir corriendo a buscarlo. Ya he aprendido a vivir con ello. Mantengo el dolor a raya con más dolor. Estoy rota, no se puede remediar."
Victoria releyó lo que había escrito en la servilleta de papel. Lo arrugó y lo tiró por encima del muro. Un muro que la separaba de las personas normales, de la gente sana pero que, en el fondo, estaban tan rotas como ella.


(Yo, por suerte, tengo a alguien que se dejaría el sueldo en celo por mí ∞)

Pressure

Me acurruco entre tus brazos. Lleno mis pulmones con tu olor y siento tus manos acariciándome el pelo. Acompaso mi respiración a la tuya, casi sin querer. Podría quedarme así para siempre, en un abrazo infinito. Podría desintegrarse el mundo fuera de tu cama y no me importaría. Me pasaría las horas muertas mirándote, besándote. Repasando cada milímetro de tu cuerpo, de principio a fin. Y algún día tendremos ese tiempo, pararemos los relojes mientras me cantas al oído esa frase de mi canción favorita.

Pesadillas

Álex tiene miedo. Miedo de ser olvidado. Por las noches tiene pesadillas en las que Irene le abandona, en las que le olvida, en las que se queda solo para siempre. Despierta empapado en sudor, asustado, pero siente a Irene a su lado y se tranquiliza. Esa calma solo dura un momento, en seguida le invade el temor de que sus pesadillas se hagan realidad cuando Irene despierte. La abraza fuerte, intentando retenerla consigo, inundándose los pulmones con su olor. Pero lo que Álex no sabe es que, cuando Irene despierte, puede que haya olvidado su cara, pero nunca será capaz de olvidar lo que siente por él.

Novedades

Camina por el centro, esquivando a la gente. Lleva prisa por llegar a ningún lugar. Cruza por el paso de cebra, recogiéndose su larga melena rubia en una coleta alta. Suena el claxon de un coche.
-¡Pero no ves que está en verde gilip…- grita, girándose a mirar.
La ha visto pasar y se le ha cortado la respiración, no sabe por qué lo ha hecho, ha sido un acto reflejo.
Ella corre, él abre la puerta del copiloto. El disco cambia a verde y solo se oyen los latidos acelerados de sus corazones acompañados del rugido del motor al arrancar. Cuando bajan del coche Elisa se siente extraña, nunca había estado en casa de Ismael. Suben al ascensor sin parar de besarse, pero reprimiendo las ganas hasta llegar a casa. Una vez dentro Ismael acaricia todo su cuerpo, erizándole el vello. Le suelta el pelo y le besa el cuello. Con sus cuerpos entrelazados Elisa lo disfruta como nunca. Examinan cada recodo, cada curva, cada milímetro de piel como si no lo hubieran hecho veces antes.
Elisa despierta, la luz de la mañana inunda la habitación y se refleja en su pelo acomodado en la almohada. Se gira hacia Ismael, pero en su lugar encuentra un pequeño post-it. Ella lo lee:
“Tengo que ir a trabajar. Quédate, si quieres. Espero Me gustaría que te quedaras. Ismael”.
Y haciendo algo que nunca antes hubiese imaginado, se acurruca entre las sábanas, decidiendo dejar atrás su antigua vida.











(Perdonádme por andar desaparecida tanto tiempo. Perdón, perdón, perdón.)

¿Lo tomas o lo dejas?

- ¡Marta! ¿Quieres escucharme y dejar de decir estupideces?- grita Iván. La chica le mira enfadada, apretando los dientes.
- Estoy harto de que te comportes así.
- ¿Así, cómo?- le espeta entrecerrando los ojos.
- Así de cabezota, Marta.
- Es que lo soy. Soy cabezota, caprichosa, estúpida, celosa, cotilla, inestable, cobarde, llorona, borde, arrogante, orgullosa, agresiva, desquiciada y un montón de cosas más. Así que tú verás, ¿lo tomas o lo dejas?

Flores de papel

Irene corre bajo la lluvia, que le pega el vestido verde al cuerpo. Le da un escalofrío al sentir el aire contra su piel mojada. Sonríe, es una sensación agradable. La gente la mira como si estuviera loca por correr con la que está cayendo, pero Irene tiene una buena razón. Los post-it amarillos cubrían cada rincón de su casa para recordarle su cita.
Álex espera en el cobijo de un árbol. El parque está desierto, las madres se han llevado a los niños que se columpiaban y jugaban al empezar a llover. Álex no se ha movido, ni piensa moverse aunque se cale hasta los huesos.
Irene aparece. Álex sonríe y le tiende un ramo de flores. Irene observa que, aun siendo de papel, no están mojadas. Álex se acerca, e Irene le besa.

Chinchetas

Marta tiene el corazón cubierto de chinchetas, una por cada vez que le hacen daño. Una por cada excusa de Lucía, otra por las disculpas inexistentes de Iván e incluso alguna que se ha puesto ella misma. Esta mañana se ha llenado el último hueco que le quedaba y, como ya estaba harta de los pinchazos, ha guardado el corazón en una caja y lo ha metido bajo la cama. Ha saltado por la ventana y ha volado entre los rayos de la tormenta eléctrica mientras disfruta del verano.