Miau!

-Si yo fuera un gato,¿de qué color sería?
-Serías gris o blanca, de esos con mucho pelo- contestas con una sonrisa.
-Me gusta más el gris.
-Sí, a mí también.
-Pues tú serías marrón oscuro, casi negro. Y harías free running, como el del anuncio de comida para gatos,¿sabes cuál te digo?. Y te rascaría detrás de las orejas y ronronearías. Y te colgaría una chapa en el cuello, donde pondría mi nombre, para que todo el mundo supiera que eres mío- digo de carrerilla, casi sin respirar. Me abrazas.
-Te quiero- lo dices bajito, me acaricias el pelo y, aunque no te vea, sé que sonríes.

Historias en un cuaderno verde

Álex camina hacia el parque, con su cuaderno verde bajo el brazo y un montón de carboncillos en el bolsillo del abrigo. Se sienta en el banco de siempre, frente a los columpios, y observa cada flor, cada movimiento del aire. Hoy, otra vez, le distraen los rizos infinitos de la dulce pelirroja que aparece en casi todos sus dibujos. Pinta su sonrisa mientras ella baila con el viento, ajena a las historias que se trazan en ese cuaderno verde.

Paraguas de colores y mermelada de naranja

Oyes un pitido familiar. Abres un ojo y buscas la procedencia de ese ruido infernal. Ves los números brillantes de la pantalla del despertador, las siete y cuarto. Con un golpe seco paras el sonido, te metes entre las sábanas hasta cubrirte la cabeza e intentas rascarle minutos al reloj, robarle tiempo al tiempo. Te das cuenta de que es imposible y decides levantarte a duras penas. Sientes cómo el frío se te mete dentro al tocar el suelo con los pies descalzos, pero no te desagrada, caminas hasta el lavabo por el pasillo oscuro para lavarte la cara. Te miras al espejo y apenas reconoces a la persona que se encuentra al otro lado del cristal, las ojeras adornan tu rostro contorneando tu mirada, esa mirada que un día fue azul y hoy se tiñe de un gris apagado. Te metes en la ducha, te castañean los dientes. Te envuelves en una toalla roja y te secas mientras preparas el café. Miras por la ventana, llueve, aún no es de día pero ya hay gente en la calle, te pierdes entre las luces de los coches y los paraguas de colores. A lo lejos puedes distinguir el mar, y sientes unas ganas tremendas de caminar por la orilla y mojarte los pies. Enciendes un cigarrillo, veneno dulce que no puedes dejar, al menos no hoy. Lo dejas en el cenicero, el humo te inunda los pulmones y el sabor del café te abrasa la garganta, te encanta. Abres el armario, sacas unos vaqueros y una camiseta cualquiera y mientras te vistes sigues pensando en el mar. Te pones una chaqueta por si acaso, te gustan las tormentas de verano pero no los resfriados.
Aún tienes tiempo de llegar a trabajar, coges el cuaderno verde, los carboncillos y unos lápices de colores. Bajas corriendo las escaleras, sientes cómo la inspiración invade tu cuerpo desde los cordones de los zapatos hasta desbordarse por tus pestañas. Paseas sonriente por el paseo marítimo mientras el olor del salitre te muerde la nariz, te deshaces de los zapatos y de los calcetines, te arremangas los pantalones hasta las rodillas y te mojas los pies mientras el cielo en el horizonte comienza a teñirse de un tono naranja que te hace recordar a la mermelada de las tostadas que preparaba mamá por las mañanas. Abres el cuaderno verde y empiezas a dibujar, nadas con el grafito sumergiéndote en las historias que pintas en cada hoja. Tu mirada vuelve a pintarse de azul, aunque tengas que ir a trabajar, aunque huela a tormenta, aunque no puedas parar el tiempo.

Espejismos

El espejo la engaña, pero Victoria no lo ve. Su imagen no es real, pero Victoria no quiere admitirlo. Victoria se miente, pero no lo sabe. Cada hueso marcado en su cuerpo no existe en su reflejo. Todos los días se enfrentan en el baño. A un lado del cristal se encuentra Victoria desnuda, por dentro y por fuera, extremadamente delgada. Al otro, una ilusión, una quimera, un cuerpo que solo existe en la mente de Victoria. Se lleva los dedos a la boca y vomita. Una vez más pierde la Victoria real.

Magia

A Elisa le gusta la Navidad. Le gustan las luces y la nieve. Siempre le había gustado aunque hubiese vivido toda su infancia en la calle. Ahora a sus veintipocos, en estas fechas, cuando los hombres salen de su casa ella se acurruca desnuda en la cama y mira como nieva por la ventana. La nieve le recuerda a esos polvos blancos, esos que compra con el dinero que dejan sobre su mesilla los desconocidos que se sacian con su cuerpo antes de volver a sus casas con sus familias, esos que le ayudan a creer aún más en la magia.

Ganas




Siente el olor de su pelo a melocotón, el sabor de sus labios rojos. Contornea su figura remarcando cada hueso, cada curva. Besa cada rincón de su cuerpo dejando un camino de saliva que termina donde empiezan a arder las ganas de ella. Él juega entre sus blancos y calientes muslos. Ella jadea. Gime. Grita. Se pierde. Él contornea su figura una y otra vez, en su mente.
La foto es de mi amiga Rach http://pensaresbuenofacilygratis.blogspot.com/. Si quereis utilizarla pedidle permiso a ella. Gracias :)